14 de septiembre de 2007


Parece que era clara la noche

en que estallaron los puentes,

luna diáfana, celeste

apoyada sutil, como la sombra

de una mujer sobre las barandas.

Clara la noche, pero debió adivinarse

por qué de golpe, el aire quemó de cenizas

cuando cantaron los pájaros negros,

Por qué se confundieron las maldiciones

y las prédicas,

y los brebajes de las brujas,

derramados en los ríos

cubrieron de pestes los puertos.

Clara, y se vio el resplandor

de los puentes de cristal desapareciendo.

En ninguna orilla se asemejan los cielos,

pueblos derrotados, donde el amor

se parece a una casa blanca llena de puertas,

todas abiertas, sin destino.

Pueblos sin orillas para despedir

a los que se van,

sin estrellas.

Sólo en los puentes algo parecía

al menos, probable,

sin ilusiones,

real el cristal amaneciendo antes que el día,

reflejando en las plataformas

figuras de fantasmas

de linyeras y locos.

Pero parece que los puentes estallaron

con su luz, su historia,

su paciencia

y era, parece, clara, la noche.

2 comentarios:

Cris Cam dijo...

Puentes de cristal

Abrir los ojos, apenas,
para recibir las resolanas vaporosas del bosque.
Entre aullidos de hermanos lobos
y crujir de otoñales hojarascas.
Apretar los brazos por debajo del peto de bronce.
Respirar, suavemente,
para oír los cascos del caballo,
crispar los durmientes del puente del cristal,
que llevan al palacio mágico.
A ella Madmoiselle Juliette, la dulce campesina,
a la Torre del Ala Norte,
donde reposan los caballeros de la reina de la fantasía.

Abrir los ojos, apenas,
para recibir los reflejos del mar del este.
Entre volar de gaviotas
y saludos de delfines,
Apretar los brazos por debajo del timonel de roble.
Respirar, rítmicamente,
para oír el flameo de las velas,
surcando el derrotero de escuadras,
que llevan al otro lado del mar,
a ella la Bushibu Kiku, la Geisha Azul,
al Honorable Campamento del Sol,
donde residen los Samurai Imperiales, del Imperio Celeste.

Abrir los ojos, apenas,
para recibir los vientos de las rutas de Arizona.
Entre coyotes extinguidos y espinos de silicio.
Apretar los brazos por debajo de la chaqueta de cuero.
Respirar, agitadamente,
para oír los soplidos de la Harley,
retumbar las piedras del Gran Cañón,
que llevan a ella, Mrs. Mary, la complaciente camarera,
al motel Cuatro Corazones,
donde reposan los Libres Motoqueros del as de diamante.

Abrir los ojos, apenas,
para no percibir al monstruo de baba.
Entre cucarachas aplastadas y gemidos de ratas,
Apretar los brazos contra el respaldar, mordiendo la almohada.
Respirar fuertemente,
para no oír los rechines de los flejes,
inundar de ecos la oscura pieza de la calle Salta,
que es donde ella, La Roxana, trabaja sobre una sucia sábana.
Donde buscan cerveza y vaginas alquiladas;
los pobres expoliados de la Reina del Plata.

Preguntarse, una y otra vez, inútilmente,
donde se consiguen los zapatitos de cristal.


Pd: Homónimo nacido la misma tarde, bajo la misma parra.

Carina dijo...

sii, lo recuerdoo, que bueno que lo hayas traídoo, porque me encantaaa, ese viaje tan particular...
Te mando un besooo