16 de enero de 2008


La luna en el armario

En la tierra, peces oscuros se arrastran.
Ha pasado un gran oleaje tapando las ventanas,
las puertas, las mesas, las camas,
los floreros.
Y sólo estos peces parecen habitar la noche.
Las estrellas han penetrado
en recipientes circulares,
y la luna, quedó aprisionada, creciente,
dentro de un armario negro.
La tormenta ha venido a reinar,
y de los techos crecen malvas y madreselvas.

Sabía que habría de llorar en sueños,
habría de purificar mi corazón resbaladizo.
Ahora, de mis venas, conozco las ramificaciones,
la luz de la sangre penetrando en mi cerebro.
Un nombre aparece luciérnaga en las entrañas,
verde el nombre en el recorrido arterial.

Una mañana habré de besarte dormido
y también habrá un oleaje,
arrastrando los miedos.

Si temes, voy a recordarte,
Que hay una luna creciente, amor,
Guardada en un armario negro.

3 comentarios:

Cris Cam dijo...

La vaca dentro del baño.

Nunca he tenido los pies en su lugar.
No he sabido la diferencia entre solipsismo y autismo.
Quizá no vea con los ojos.
Por eso Celene me persiga.

Yo creo verla.
Pero ya fue vista por los triolobites, los Velociraptors y los primates;
acercada por Jünghens, Galileo y Hubble;
pisoteada por Neil y Buzz.

Quizá sea lo mismo con las espirales de estrógeno.
Siempre empujando la silla equivocada, viendo la espalda equivocada, escribiendo el poema equivocado.

Zapatos de otro ropero.
Bebiendo del cuenco seco.
Acuchillando el viento.

Los satélites de mi nick
han escapado de mi gravedad,
en busca de sus órbitas.
Mientras las mías sólo tienen
lágrimas y arrugas.

Algunos caen, eso dicen,
pero sólo para matar vacas.
Será por eso que no veo ninguna en mi baño.

Debería, digo, comprar lentes,
ahora que hay subasta,
unos que han dejado tirados en el Central Park,
esos que hacía el amor en Amsterdam.
Con ellos podría, quien sabe,
dejarme de tanto subjuntivo,
de tanto tren que no llega.

Y caminar hacia una plaza,
desde donde se ven todas las lunas.
Del levante, de manteca y de ombligo.

Pero tampoco,
dejaré que mis malvones taponen la entrada.
Compraré un cofre sin pirata
y guardaré mi corazón.

Aquel tenía razón.
Duele menos.

Carina dijo...

Flaco, gracias por pasar y dejar este texto, me gusta leerte... ando con poco tiempo, pero procuro hacerlo...

Un beso grande

Ana Muela Sopeña dijo...

Qué belleza de poema, Carina.

Ha sido un gusto pasar por tu poema.

Felicidades, querida poeta
Un besito de luz y poesía
Ana