Salgo al sol, al verde fosforescente,
la escena se funde con los deseos,
los ojos cítricos siguen a la primera luz del alba,
y van a dar justo la mirada sobre
un follaje extraordinario.
Las brujas han parido en ese lugar,
donde revientan fulgurantes los manzanos.
Han colgado cordones umbilicles de los árboles,
y nacieron hiedras azules, esplendorosas,
hilos de luz en conexión con el espacio,
sendero interminable.
El amor viene con un viento de ciruelos
a vencer las oscuridades de los nidos abandonados.
Hay mujeres de arroz, mujeres de azúcar,
signadas por las lunas acuarianas,
repartiendo tazas de café.
Un rayo de sol, dibujando gemas cristalinas
sobre el suelo cubierto de tréboles
y la soledad del mundo, prepara su partida definitiva.
La veo irse, por una galería de campánulas anaranjadas,
tan bello fue el adios, que desapareció
en una bruma de coral.
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