Ema espera a Gastón,
atisba sus pasos en las veredas arboladas,
ya los conjuros se le confunden en la cabeza,
y no sabe si los gajos de mandarina,
se llevan bien con las gotitas de miel,
o si los siete cabritos bajarán para iluminar
el sendero que lo traerá hacia ella.
Ema espera a Gastón,
haciendo tratos con la luna,
tejiendo hilos multicolores
para acortar las distancias.
Se vuelve azul su sombra por la noche,
porque las costelaciones mas cercanas,
tornasolaron sus deseos
y le regaló el lucero del alba
sueños infinitos, con su hombre de agua,
su mago ambulante y bello.
Ema espera dentro del círculo de tiza,
sabe que Gastón ha tomado un rumbo incierto,
se lo dicen las luciérngas desprendidas de sus vestidos,
que ya no pueden seguirle el rastro.
Abandonan la búsqueda,
y Ema recurre a la oscuridad,
como única manera de encontrar sus ojos.
Entonces, ante un conjuro simple, de bruja triste,
la luna se esconde entre nubarrones.
atisba sus pasos en las veredas arboladas,
ya los conjuros se le confunden en la cabeza,
y no sabe si los gajos de mandarina,
se llevan bien con las gotitas de miel,
o si los siete cabritos bajarán para iluminar
el sendero que lo traerá hacia ella.
Ema espera a Gastón,
haciendo tratos con la luna,
tejiendo hilos multicolores
para acortar las distancias.
Se vuelve azul su sombra por la noche,
porque las costelaciones mas cercanas,
tornasolaron sus deseos
y le regaló el lucero del alba
sueños infinitos, con su hombre de agua,
su mago ambulante y bello.
Ema espera dentro del círculo de tiza,
sabe que Gastón ha tomado un rumbo incierto,
se lo dicen las luciérngas desprendidas de sus vestidos,
que ya no pueden seguirle el rastro.
Abandonan la búsqueda,
y Ema recurre a la oscuridad,
como única manera de encontrar sus ojos.
Entonces, ante un conjuro simple, de bruja triste,
la luna se esconde entre nubarrones.
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