La locura te examina, no juega,
se sienta al borde de la cama
y tapa todos los espejos
para que no veas
cómo los ojos se te vuelven mercurio
y las manos tiemblan fuera del cuerpo.
La locura escatima sueño,
te dibuja pastillas en el paladar
y por fin olvidás
cómo se abren la puertas y ventanas.
Dejás que llueva adentro del cuarto
dejás que el vientorecorra tus venas
y te quedás despierto,
en plena vigilia.
26 de septiembre de 2012
PLUMERILLOS
Quiero estar
en el nacimiento del sol,
hay un río que corre junto al camino,
y en plena tarde es una canción
donde la flor del cardo se refresca
y las ranas se alimentan de un son
Quiero estar en la montaña,
mi espalda recostada en tu pecho,
ver la tormenta aparecer en el oeste,
confundir los rayos con el resplandor de tu risa.
En el fondo del arroyo,
mis manos recogen piedras blancas,
hay un silencio de monasterio,
Olor de mermeladas y telares en el sol:
Ahí quiero estar.
Vos parado contra el cielo y la salina,
debajo de un sauce.
La pausa oriental de tus manos en el aire,
arabescos chinos dibujan tus piernas.
Vendrán a beber los colibríes a nuestro jardín,
Quiero estar donde la sierra es
Azul acerado cerca de la noche,
Llenarte de besos y miel
la boca y el pelo,
Cuando el viento nos ponga
plumerillos en la cintura
25 de septiembre de 2012
8 de septiembre de 2012
Cuando alguien te cierra las puertas de su corazón,
no hay llave, no hay hechizo que pueda abrirlas,
no se puede respirar de este otro lado,
y sólo queremos pasar a toda costa,
no importa la hora,
vemos luz detrás de la puerta
y queremos entrar,
preguntar dónde quedó la risa,
la dulzura,
la mañana compartida.
pero golpeamos las puertas
y no sale nadie,
nos quedamos a la intemperie,
con frío,
y un dolor en los ojos
de tanto llorar...
no hay llave, no hay hechizo que pueda abrirlas,
no se puede respirar de este otro lado,
y sólo queremos pasar a toda costa,
no importa la hora,
vemos luz detrás de la puerta
y queremos entrar,
preguntar dónde quedó la risa,
la dulzura,
la mañana compartida.
pero golpeamos las puertas
y no sale nadie,
nos quedamos a la intemperie,
con frío,
y un dolor en los ojos
de tanto llorar...
4 de agosto de 2012
LAS CHIMENEAS
Despertó agitado, soñó con chimeneas tapadas, no una sola,
que ya sería bastante raro, sino con muchas chimeneas, tapadas y tapiadas, los
hogares cerrados con maderas clavadas, cruzadas de lado a lado, vedadas. La
imposibilidad de acercarse al calor, le produjo desasosiego. Con los párpados
apretados, sabiendo en cierta forma que estaba soñando, hacía fuerzas por ver
encenderse los fuegos, poder ir con una antorcha encendiendo cada una de las
chimeneas, pero la luz, el calor, no aparecían, sólo los huecos negros,
hollinados, hasta podía oler los ambientes, encierro, humedad, sopa vieja, ropa
sucia.
Despertó con un gusto amargo en la boca, como a verduras
hervidas y vueltas a hervir, afuera estaba lloviznando, escuchó el golpeteo de
las gotas contra la persiana. Se sentó en la cama y se ubicó, rascándose el
pecho, el vientre. Al refregarse los ojos le vino nuevamente la imagen de la
chimenea tapada, las maderas. “Es temprano todavía, me tengo que afeitar” El
hollín de las chimeneas lo siguió hasta el baño en forma de tristeza. El jabón
y el dentífrico no fueron suficientes como para hacerlas desaparecer. Encaró el
día un poco despeinado, la bufanda enrollada de cualquier manera, las manos en
los bolsillos del abrigo, hablando solo, sacando cuentas, inventando excusas.
Tendría que ser claro. Era hoy, ya no podía esperar.
Carolina tenía que saber que el amor se le había escapado por la ventana, fue
tan frágil, que se desnudó a la intemperie y no resistió. Los plazos que se
impuso, ya le pesaban. Se le mezclaban las fechas y solo lograba intensificar
el malestar. “No te quiero, Carolina” “Me siento árbol, me distraigo en la
copa, en los frutos, ya no te encuentro en la flor, no te quiero, Carolina”.
Ese día irían a ver la iglesia, a ultimar los detalles de la
ceremonia. ¡La iglesia del orto!, tan gótica, tan horripilante! No te quiero
Carolina, no te esfuerces, linda. Tu vestido seguro es primoroso, tus zapatos,
el comentario de todas tus tías. Pero no te quiero.
Seguramente su padre y su madre también querrán ver el altar
donde le juraría amor por siempre a su hija. Había un Cristo sangrante, rostro
bañado en lágrimas, clavado en la cruz. Debajo, una madre María impotente ante
la crueldad, la injusticia, cuando todavía Jesús no era el hijo de Dios, era
sólo un muchacho lleno de luz, apedreado por una multitud ignorante. La madre
de un muchacho cualquiera,¡ y tan fuerte el dolor! Mirá Carolina, no sé si no
te quiero porque hemos cambiado nosotros, o por el altar de la iglesia que
elegiste. Este es un día en el que metería la cabeza adentro de un jarrón, para
ver qué pasa, que las horas pasen, que un zumbido invada mi cabeza y yo, patas
arriba, viendo el fondo oscuro del jarrón, feliz, porque no me casé, no me
casé.
Pero vamos esta tarde a ver la iglesia. Carolina sos de lo
que no hay, insistente, avasalladora. Empujás la puerta vaivén de la iglesia y
viene a mi nariz un olor a estofado, a kerosene, a lustra muebles, todo a la
vez,¡jajaja, es mucho! Tal ves no espere a decírtelo después. Tal ves esta situación
bizarra me aliente.
Caminamos hasta la sacristía, pasamos por los
confesionarios. El olor a pecado se me cuelga del cuello, me abraza, me da un
beso de lengua, y pone en tu cara una mueca libidinosa. Esto es demasiado, y
eso que todavía no llegamos a San Roque, mordido por el perro, y a María
Magdalena, arrastrada, a los pies de Cristo, y los apóstoles, lavándose todos
las manos, todos.
No, no te quiero, Carolina. Mirame, sabelo mientras me
mirás. Q no me haga falta pasar frente a la urna de las colectas para decirte:
preciosa, no te amo, no quiero la noche en que van a encenderse todas estas
luces opacas, desmayadas, y va a sonar ese clavicordio de mierda, con esa
marcha nupcial y fatal.
Dale bonita, decime que vos tampoco querés, porque ya apagué
todas las chimeneas.
El techo de esta bóveda me abruma, el olor a crisantemos
marchitos. Ella camina en trance, va al encuentro del cura, mirándome de reojo
dice mi nombre y agrega un: “chiquitito” “papuchito”, algo así, que termina en
“mío”.
Está tan linda, viene a mi cabeza el sueño de esta mañana,
comienzan a airearse las chimeneas, a limpiarse con el viento helado. Está tan
linda, me va hablando de las sábanas color lavanda que compró la tarde
anterior. El pelo le va oscilando en la espalda, sobre el abrigo magenta.
Detrás de ella van quedando Santa Teresa del niño, San Cayetano, y me guiña un
ojo Carolina, justo cuando pasamos delante de la urna de un cura muerto en la
época de la peste. Miramos el nombre en una placa, era muy ridículo. Nos
empezamos a reir a carcajadas. Nuestras risas resonaron en toda la iglesia,
penetrando en todos los rincones. Se colgó de los candelabros. Las velas se
agitaron, se fundieron, y fueron prendiéndose fuego de a poco las ropas de los
mártires. Vino gente corriendo desde el interior, con recipientes con agua para
apagar las llamas. Otra vez mi sueño de la noche: Las chimeneas comenzaron a
funcionar. Carolina y yo salimos a la vereda, de la mano, tibios aún de risa,
temblando, ya no pude soltarla, ya no.
Carina Brzozowski
8 de julio de 2012
Yo vivo así,
de ilusiones,
como un pomelo con azúcar, y
mis lágrimas se mezclan
con el ácido de la fruta.
Vivo así, escuchando timbres que no suenan,
veo a un hombre en la vereda,
en la penumbra.
Mis sueños son así, nunca veré su cara,
porque desde mi puerta no se distingue,
mientras como pomelos,
voy del sueño a la vigilia,
y espero.
Sé que alguna vez,
mi sonrisa volverá a aparecer,
sólo tengo que soñarla,
dibujarla en el centro de mi cara.
El amor es una ilusión,
una lluvia de verano, que ya pasó,
un temblor que se va olvidando.
1 de julio de 2012
Domingo duerme mi razón,
enloquezco un poco y afilo los cuchillos,
el lunes a la madrugada,
corto la niebla con el filo y caen las estrellas
al costado de la vereda,
sólo entonces camino tranquila,
sé a dónde voy,
sé que comienzan a acomodarse las horas,
y mi palidez no combina con el alba,
necesito rímel para remarcar el lugar
De donde he llorado a un hombre.
Aún es domingo, un mate semi amargo,
un gol que no es mío, y un libro casi por terminar.
Pienso qué zapato no me hará doler mañana,
qué pena irá conmigo todo el día.
Esta noche que aún no es lunes,
Necesito un sueño de amor,
un latido, un poco de aire,
para poder respirar.
Carina A. Brzozowski
12 de mayo de 2012
Quiero la existencia de una ventana, digo, ser una ventana.
Bueno, ustedes dirán: “¿Con qué necesidad? Tanta ventilación… tanto aire… Sí,
quiero la existencia de una ventana, ser hacia afuera y hacia adentro, que el
agua de lluvia me penetre de vez en cuando y aunque inunde los interiores, que
se haga notar, que diga: “aquí estoy yo,
renovándote”. También quiero ser ventana
para contemplar el afuera, ser diversa
en mi visión, ver pasar todo, observar
todo con detenimiento, llenarme de sabores, de colores, de perfumes.
Extrañar algunas escenas que ya no habrán de ocurrir frente a mí.
Quiero ser ventana y
que me cuelguen cortinas anaranjadas, y me distingan en la oscuridad.
Quiero que me abran y me cierren, para no ser siempre la misma, que el aire
pase por mí, y todo cambie. Que me crezcan hiedras a los costados y flores
púrpuras, sólo eso me bastaría para acordarme que existió alguna vez el amor. Milagro
de mutación, yo, que no creo en los milagros, quiero la existencia de una
ventana. No pido mucho, quien mire hacia adentro, que vea una habitación verde,
donde haya mesas blancas, y jarrones con margaritas. Quién mire hacia afuera,
que una tormenta rosada, de verano, le traiga vientos de olvido y barcos de
papel colgando de los árboles.
Quiero la existencia de una ventana, y que me abran justo cuando asome el arco iris, para distraerme un poco, y no desear otros milagros.
18 de abril de 2012
La niña de la rayuela
Cuando salgo del consultorio, tres veces por semana, a las seis o siete de la tarde, tomo siempre el mismo camino. Casi nunca llevo el auto, prefiero caminar, voy desconectándome de a poco, mientras recorro las veredas arboladas, y juego con la vista a buscar espacios de luz, por donde se cuelan los rayos de sol. Mi cabeza es una rayuela dibujada en el piso. Mis pensamientos, una niña que va hasta el tres y vuelve al uno, que va hasta el cinco y vuelve a tierra, salta al ocho y tropieza en el seis, mientras la piedra golpea despacito y monótona en las sienes. Intento parar, dejar a la analista a un lado por un momento y decirme que soy yo la que necesito contar, la que necesito hablar. En el trayecto hasta casa, entro a los chinos y compro un queso untable, pero no me distrae. El suicidio del novio de Clara me ronda, mientras busco cambio porque la china dice no tener vuelto. Paso por la florería y me digo que un ramo de nardos va a perfumar perfecto mi departamento. Perfecto. Entonces pienso en Damián, y su manía de planchar nuevamente las camisas que ya ha planchado antes su mujer. A la mierda con las camisas de Damián, con el remordimiento de Adriana por serle infiel a su esposo, y con el llanto de Verónica, qué podrida me tiene Verónica con su dilema feminista y su rol en la empresa donde trabaja.
Voy oliendo tilo y madreselva, acurrucada contra mi pecho, va cansada, la niña de la rayuela.
El pordiosero me mira desde la plaza, hace un gesto con la cabeza para saludarme. Muy respetuoso, le devuelvo el saludo y cincuenta metros mas tarde, aún me sigue con su aire solitario, compañero, como si velara por mí hasta que introduzco las llaves en la puerta de mi casa. Sí, ¿Por qué no? Me siento cuidada por el pordiosero.
Así iban transcurriendo los días, las semanas, mis pacientes dejaban sus morrales de experiencias, colgados de mis hombros y el café de la merienda no lograba sacármelos de encima.
Me iba con la voz de Carina contándome que no podía parar con el celular, que lo llamaba, que lo llamaba, lo llamaba… ¡Por Dios! ¿Por qué lo llamaba tanto? ¿No se daba cuenta? Llego, me ducho, quedo desnuda y vacía, aflojo los dedos y me duermo en la bañera. Hoy, el hombre de la plaza me siguió con la mirada cincuenta metros más. Aliviada, lo miré y pensé en las camisas de Damián, lo bien que le quedarían a este hombre, aún arrugadas. Pensé en la paz que me dan estos encuentros pasajeros. Es un ser que parece no necesitar de mí. Eso me da mucho gusto. Decididamente, no necesita de mí, está al amparo de la buena de Dios. Sonrío porque imagino cómo se sentiría atendiendo un llamado de Carina, este hombre que le da de comer a las palomas y les habla en un idioma de arrullo. ¿Exasperado? Esa es la palabra, exasperado y harto.
A veces creo que me conoce, que me llama por mi nombre y acudo a él para nada, porque me nombra para nada. Y siento que me compadece. No lo haría, lo sé, pero se me cruza por la cabeza invitarlo a tomar una sopa, a que se dé un baño caliente, y mire un programa de televisión.
Desde que comencé a ejercer mi profesión, juego a que cuando la gente me ve por la calle, en realidad, ve a varias personas en mi persona. Cruzo las aceras, y siento que a veces, camino insegura, perseguida, como las mujeres infieles a las que analizo. Otras, suelo pensar que cuelgan de mi bolso camisas mal planchadas, y celulares que no suenan, dibujan en mi cara un gesto de tristeza.
Creo que este hombre, el pordiosero, me adivina, y cada día, al saludarme con la cabeza, saluda a Damián, a Carina, a Verónica. Nos ve pasara a todos con la incertidumbre a cuestas.
Los días pasaban, la niña de la rayuela, siete ocho, nueve, cielo. Cielo, siete, seis, tres, tierra. Va y viene la piedra, no puedo correrme del juego, no puedo pasarme a una mancha, una escondida. El pordiosero me miraba pasar, hasta que aquella tarde, vi a las palomas dando vueltas buscándolo. Creo que sólo ellas y yo nos dimos cuenta de su ausencia. Me senté en uno de los bancos. El cielo amenazaba con caerse, violeta y ceniza, sobre nuestras cabezas. Era el cielo de los desolados, los que sabemos del desborde, la desesperanza. El día anterior, el pordiosero se acercó, interrumpió mi paso y me entregó una piedra celeste, brillosa y liviana. Me dijo: “-es para la niña”- y agregó: “- tierra, un, dos, tres… cielo, cielo, siempre cielo”.
Los días pasaban, la niña de la rayuela, siete ocho, nueve, cielo. Cielo, siete, seis, tres, tierra. Va y viene la piedra, no puedo correrme del juego, no puedo pasarme a una mancha, una escondida. El pordiosero me miraba pasar, hasta que aquella tarde, vi a las palomas dando vueltas buscándolo. Creo que sólo ellas y yo nos dimos cuenta de su ausencia. Me senté en uno de los bancos. El cielo amenazaba con caerse, violeta y ceniza, sobre nuestras cabezas. Era el cielo de los desolados, los que sabemos del desborde, la desesperanza. El día anterior, el pordiosero se acercó, interrumpió mi paso y me entregó una piedra celeste, brillosa y liviana. Me dijo: “-es para la niña”- y agregó: “- tierra, un, dos, tres… cielo, cielo, siempre cielo”.
27 de marzo de 2012
Esta es mi guerra
todo estalla dentro de mí.
El silencio tuyo tirne mi estatura,
y me enfrenta.
Nada soy.
Un soldado mal vestido
parado gris tartamudeante
en la lluvia.
Nada soy.
Escribo en mi diario que
me han vencido.
Me duele la noche a la intemperie,
las puertas cerradas,
mi pecho partido en mil pedazos.
todo estalla dentro de mí.
El silencio tuyo tirne mi estatura,
y me enfrenta.
Nada soy.
Un soldado mal vestido
parado gris tartamudeante
en la lluvia.
Nada soy.
Escribo en mi diario que
me han vencido.
Me duele la noche a la intemperie,
las puertas cerradas,
mi pecho partido en mil pedazos.
Elijo la copa de un árbol para guardar mi poesía,
al abrigo tornasolado de sus hojas,
follaje perfumado, madera dulce
y pájaros inventando la aurora.
Cuelgo adjetivos y verbos en el medio de las ramas,
los sustantivos, en lo mas alto,
para que salgamos mas fácil al mundo.
Tengo un adverbio de tiempo
arropado por un caracol:
un tesoro.
La literatura no duerme,
por la noche le crecen flores
y despierto magnolia
con un sustantivo propio en la garganta.
Sé que voy a quererte aún,
un sueño mas.
Te llevo a la copa de un árbol,
te guardo entre los nidos de gorriones.
Vendrás un día verso libre
hasta mi boca,
y serás mi amor
en la estación de los brotes.
al abrigo tornasolado de sus hojas,
follaje perfumado, madera dulce
y pájaros inventando la aurora.
Cuelgo adjetivos y verbos en el medio de las ramas,
los sustantivos, en lo mas alto,
para que salgamos mas fácil al mundo.
Tengo un adverbio de tiempo
arropado por un caracol:
un tesoro.
La literatura no duerme,
por la noche le crecen flores
y despierto magnolia
con un sustantivo propio en la garganta.
Sé que voy a quererte aún,
un sueño mas.
Te llevo a la copa de un árbol,
te guardo entre los nidos de gorriones.
Vendrás un día verso libre
hasta mi boca,
y serás mi amor
en la estación de los brotes.
19 de marzo de 2012
No me estás viendo, voy de rojo frente a tu casa, y no me estás viendo. Despedime, que me muero acuosa en esta vereda llena de kioscos. Mirame, enfoqué mis ojos directo a tus labios y perdí toda defensa. Creés que soy bipolar porque te sonrío con veinticincomil dientes y después arrojo una piedra a los vidrios de tu ventana, pero es la furia la que transforma mi gesto. Mis músculos se vuelven ermitaños dentro del cuerpo. esta es la consecuencia. Dame libertad para llorar, yo te doy libertad para que me olvides los feriados y los fines de semana. Está por largarse una tormenta de aquellas. Me llevo un paragüas por si me tirás con palabras repetidas, por si el viaje es largo y me abandonan los planetas. Hasta esta inocencia tuve, de creer que eras Saturno y tus anillos, y sos apenas Mercurio... Me voy, se me va el colectivo.
16 de marzo de 2012
Crepuscular
Migro,
sé que habrá tormenta,
pero las hilachas que me quedan del llanto,
se convertirán en canción.
Remolinos,
madreselvas me esperan en los valles.
Cuando anochezca
sacaré tus ojos castaños lumbre,
castaños tierra y soledad,
de cuencos azules, los saco,
con tus pestañas enredadas
en estrellitas de purpurina.
Migro sin arcoiris,
me sumerjo en las profundas praderas,
soy breve, liviana, crepuscular.
sé que habrá tormenta,
pero las hilachas que me quedan del llanto,
se convertirán en canción.
Remolinos,
madreselvas me esperan en los valles.
Cuando anochezca
sacaré tus ojos castaños lumbre,
castaños tierra y soledad,
de cuencos azules, los saco,
con tus pestañas enredadas
en estrellitas de purpurina.
Migro sin arcoiris,
me sumerjo en las profundas praderas,
soy breve, liviana, crepuscular.
26 de febrero de 2012
Mi amor tiene frío esta noche,
las estrellas lo han empujado hacia el abismo,
se congela en la madrugada,
espera la caricia del amanecer,
tus dedos cinceles desnuda yo,
desnudo vos, la talla de mi cuerpo,
mis pechos, y el sol recién aparecido,
escultor de mis caderas, mis piernas,
mi sueño de mujer amada, maleable,
suave mujer para trabajar sobre mí.
Pero no, mi amor está en la sombra, no brilla,
la lluvia lo desvanece,
das la espalda a esa flor violeta abriéndose,
te la perdés.
Mi amor duerme sin sueños esta noche,
la luna lo vela, lo sabe infeliz, vulnerable.
las estrellas lo han empujado hacia el abismo,
se congela en la madrugada,
espera la caricia del amanecer,
tus dedos cinceles desnuda yo,
desnudo vos, la talla de mi cuerpo,
mis pechos, y el sol recién aparecido,
escultor de mis caderas, mis piernas,
mi sueño de mujer amada, maleable,
suave mujer para trabajar sobre mí.
Pero no, mi amor está en la sombra, no brilla,
la lluvia lo desvanece,
das la espalda a esa flor violeta abriéndose,
te la perdés.
Mi amor duerme sin sueños esta noche,
la luna lo vela, lo sabe infeliz, vulnerable.
25 de febrero de 2012
Esta noche el verbo se me escapa,
llueve mucho y se me transparenta el corazón,
la piel se me va por la ventana y quiere
colorse en tu cuarto, respirar tu olor,
mezclarse con tu piel en la oscuridad.
Me pediste un poema y se me ocurre
darte este viento que florece en un nubarrón,
estas plantas, el barro brilloso, y mágico.
se me ocurre darte un abrazo de serpentina
para que los colores acompañen tu sueño.
Yo no sueño esta noche, no duermo.
Esta noche tu mirada está en otra parte,
por eso el insomnio, las estrellas escondidas.
Soñé, te lo dije, con frascos sucios,
mal presagio, malos frascos guardando secretos,
malo el poema que viene a darse
la cabeza contra la pared.
Te quiero, sabelo, nadie te quiere asi,
ahora entiendo: era mi amor dentro de los frascos,
mi amor yéndose por la rejilla de tu cocina.
te quiero, parame la tormenta que me inunda,
no seas espectador, venite a mis orillas,
vení a treparte en mi espalda, volame este miedo
de morir antes de que me amen.
llueve mucho y se me transparenta el corazón,
la piel se me va por la ventana y quiere
colorse en tu cuarto, respirar tu olor,
mezclarse con tu piel en la oscuridad.
Me pediste un poema y se me ocurre
darte este viento que florece en un nubarrón,
estas plantas, el barro brilloso, y mágico.
se me ocurre darte un abrazo de serpentina
para que los colores acompañen tu sueño.
Yo no sueño esta noche, no duermo.
Esta noche tu mirada está en otra parte,
por eso el insomnio, las estrellas escondidas.
Soñé, te lo dije, con frascos sucios,
mal presagio, malos frascos guardando secretos,
malo el poema que viene a darse
la cabeza contra la pared.
Te quiero, sabelo, nadie te quiere asi,
ahora entiendo: era mi amor dentro de los frascos,
mi amor yéndose por la rejilla de tu cocina.
te quiero, parame la tormenta que me inunda,
no seas espectador, venite a mis orillas,
vení a treparte en mi espalda, volame este miedo
de morir antes de que me amen.
18 de febrero de 2012
A esta hora
A esta hora me suelto el pelo,
creo que flotan en mi cocina flores de maravilla,
porque también la noche es suelta,
de estrellas, y planetas cercanos a mi soledad.
Mercurio pretérito adueñado de mi poesía,
Marte fiel a mi locura,
Jupiter presagiando mi madrugada
soñando con vos.
Suelto mi pelo a esta hora
porque hay un ser océanico en mí
que lo pide,
acuario atraviesa mi patio, mi ventana, mi piel,
y duerme suelto, azabache, sin besos,
mi pelo en la sombra.
creo que flotan en mi cocina flores de maravilla,
porque también la noche es suelta,
de estrellas, y planetas cercanos a mi soledad.
Mercurio pretérito adueñado de mi poesía,
Marte fiel a mi locura,
Jupiter presagiando mi madrugada
soñando con vos.
Suelto mi pelo a esta hora
porque hay un ser océanico en mí
que lo pide,
acuario atraviesa mi patio, mi ventana, mi piel,
y duerme suelto, azabache, sin besos,
mi pelo en la sombra.
27 de enero de 2012
Destellos
Acá estoy, mirame,
desnuda y dormida en la madrugada,
tengo en la frente una flor que va abriéndose,
descubrime porque la savia me inunda
y me despierto.
Te quiero, intercambiemos destellos,
que si me apago, estaré habitando en tu paladar.
Mostrame vos también las estrellas,
pintame vestidos con los que pueda
parecerme a la noche,
emigrada de la falsa purpurina,
de las nubes plomizas del llanto.
Pintame verde mar y explorame,
rezumante de hipocampos,
haceme pequeña
y meteme en el cofre oscurito
de tu amanecer.
desnuda y dormida en la madrugada,
tengo en la frente una flor que va abriéndose,
descubrime porque la savia me inunda
y me despierto.
Te quiero, intercambiemos destellos,
que si me apago, estaré habitando en tu paladar.
Mostrame vos también las estrellas,
pintame vestidos con los que pueda
parecerme a la noche,
emigrada de la falsa purpurina,
de las nubes plomizas del llanto.
Pintame verde mar y explorame,
rezumante de hipocampos,
haceme pequeña
y meteme en el cofre oscurito
de tu amanecer.
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